Cuando la organización y capacidad humana superan las carencias

Day 2,683, 18:52 Published in Chile Chile by Van Belisario

Justiniano tenía grandes ambiciones, y buscaba la oportunidad para rearmar la grandeza del Imperio Romano. Su primer objetivo era el norte de áfrica gobernada por Gelimer Rey de los Vándalos. Este último había depuesto al romanizado Hilderico (nieto de Valentiniano III), lo que a la postre dio la excusa para iniciar la invasión.

Para el trabajo el Emperador contaba con el brillante Flavio Belisario, quien luego de su paso por la frontera Persa había llegado a la cúspide de la máquina bélica Bizantina, solo recibía ordenes de Justiniano.


Con una fuerza expedicionaria ridícula para la tarea: 5000 infantes y 10000 caballeros fueron embarcados en el puerto de Constantinopla en quinientos bajeles (el más pequeño de 30 toneladas y el más grande, de 500), escoltados por 92 bergatines; así también cinco mil caballos, armas, máquinas de guerra y vituallas para varios meses, zarpa el 22 de junio del 533.


Después de una primera y rápida victoria sobre Gelimer (batalla de Ad Decimus porque el lugar quedaba situado en el décimo mojón de Cartago), Belisario tomó esta ciudad pacíficamente el 15 de septiembre, pues ella misma le abrió las puertas con muestras de gran júbilo.

Sin embargo Gelimer no estaba derrotado, y junta las fuerzas de su hermano Tzazon reunieron un Ejército que superaba al Ejército Romano en proporción 10 es a 1.

Belisario protegió Cartago por medio de una trinchera recién excavada y erizada de estacas, así como salvaguardó convenientemente sus murallas (lo que no impidió que Gelimer destruyera el canal que proveía de agua a la ciudad). Luego de tomar estas adecuadas medidas, marchó al campo de batalla.


Formó a sus tropas de tal manera que un riachuelo protegía a su vanguardia; la caballería formaba en primera línea; la infantería, excepto quinientos coraceros que quedaron en vanguardia, en la segunda; y cerca de ambas, situó la sección de los masagetas.
Por su parte, Gelimer situó a su caballería en tres divisiones, con Tzazon y sus huestes en el centro de su ejército. También dispuso, por razones supersticiosas, que sus tropas vayan a combatir sin lanzas ni azagayas haciéndolo solo con espadas, lo cual les puso en gran desventaja.
La batalla tardó bastante en iniciarse. Los vándalos, aunque estaban en gran superioridad numérica, permanecieron a la defensiva por terror a Belisario (un terror casi religioso), a pesar de que los soldados bizantinos les incitaban al combate.


Dos veces cargó la caballería de Belisario y otras tantas fue rechazada, hasta que en el tercer intento Juan de Armenia, con todos los soldados de la guardia y los arqueros, cargó y aisló a Tzazon. “Aquella fue la señal –dice el general Fuller– para que toda la caballería bizantina se lanzara al ataque. ‘Cruzando el río, los jinetes avanzaron contra el enemigo, cuya derrota se inició en el centro, haciéndose total. Cada una de las divisiones romanas hizo huir sin grandes dificultades a la que tenía enfrente’...La totalidad de la caballería vándala fue rechazada”
Había transcurrido poco más de una hora del inicio de la batalla cuando Uliaris (un antiguo compañero de escuela y especial amigo de Belisario) mató a Tzazon de una lanzada, lo que significó que el centro vándalo se partiera. Eso fue suficiente para que Gelimer, cobardemente, abandonara a su ejército y se retirara al galope a las montañas del Atlas, al abrigo de los moros: tan solo había sobre el campo de batalla 800 vándalos muertos y menos de 50 romanos.
Enterados los soldados de que su rey había huido, se confundieron y luego huyeron a la desbandada. Lo que siguió fue una carnicería y hubiera significado la aniquilación total de todos los bárbaros si no se hubieran concentrado los combatientes de Belisario en saquear el campamento del enemigo (recuérdese que había gran número de mercenarios).