Las mujeres que no hamaban a los hombres

Day 2,600, 06:46 Published in Spain Spain by johnnhy


Al acabar el largo duro de trabajo en el Ministerio solía irme a pasar un rato al Bar del IAN, allí donde además conocí a quien era mi e-pareja. Con el paso del tiempo aquél dejó de ser un lugar lleno de vida y actividad, y no tuve más remedio que cambiar mi habitual taberna de descanso por la de aquellos del Muro, antiguos compañeros. A diferencia de lo que uno pudiera pensar, ahí había gente de todos los partidos y milicias, un lugar tranquilo donde charlar.

Como siempre, Pabliyo llegaba algo tarde, siempre luchando en el frente y más ahora que su milicia se había alistado al programa de las Fuerzas Armadas. Para cuando llegó, yo estaba con una amiga e-independentista que había conocido hacía unos pocos días. Era una chica extravagante con la que a pesar de no compartir casi nada nos habíamos hecho hamijas íntimas en pocos días. Si mi Pabliyo no estuviera tan enamorado de mí por entonces, sin duda no le habría presentado a Lady, alta, pelirroja y guapísima.

—Toma. Una fanta para ti, amor —dijo Pabliyo sentándose con ellas en la mesa.
❥Gilipollas —. Pabliyo seguía haciéndome las mismas bromitas de siempre—. Por cierto, esta es Lady.
—¡Oh! Encantado. Si lo llego a saber te traigo a ti una fanta también.
❥Te voy a matar...
—Pues tendrá que ser más tarde porque yo me tengo que ir ya.
❖Si acabas de llegar —dijo Lady.
—Hay pegada esta noche para intentar liberar Andalucía. Sólo quería pasarme para saludarte. Si os animáis, cualquier soldado es bienvenido.

Se levantó, me dio un beso y se fue por donde había venido, a cumplir con su país otra noche más. Algún día me presentaría en las FFAA para decirle unas cuantas cositas al General, ya estaba bien de negrear tanto a mi e-esposo.




❖Muy simpático tu e-marido —me dijo con ironía.
❥Otro día le puedo decir que te presente a sus colegas de las FFAA, están todos bien fuertotes y seguro que alguno te justa.
❖Ni se te ocurra juntarme con esos cortijeros.

Fue oscureciendo y perdimos la cuenta de cuantas cervezas nos había servido el nejro del bar, Javirz, siempre tan tímido cuando las traía. Si a mí una cerveza ya me hacía efecto, no queráis imaginarme con tres o cuatro.

Decidimos dar un paseo y tomar el gélido aire de los primeros días del año para aclarar nuestras mentes. Lady se ofreció a acompañarme a casa, era de noche y estábamos en guerra, conquistados, sin congreso, en el caos en el que tanto le gustaba a ella vivir y en el que tanto miedo pasaba yo. Tras una buena caminata de media hora, por fin llegamos a mi casa en la Calle Q7, donde vivíamos Pabliyo y yo desde su ascenso a la cúpula de las FFAA.

❖Podrías enseñarme vuestro piso, que nunca lo he visto.
❥¡Cuidado! Es el piso de uno de los temibles cortijeros.
❖Seguramente tendréis banderas rojigualdas por todas las paredes...
❥Y fotos de SuperI también.

Y no mentía. Aunque Pabliyo militaba en un partido de izquierdas, seguía siendo tan patriota como yo. Entramos en la casa vacía, Pabliyo seguía de pegada y según parecía iba a tardar aún unas horas más en llegar. Lady se reía de nuestra decoración, era todo lo que ella detestaba, había un estante repleto de medallas de verdadero patriota y héroe de batalla, casi todas de Pabliyo.

Finalizado el tour, Lady se sentó en el sofá mientras yo iba a preparar una última copa de aquel ron que le regaló una piratilla a Pabliyo. Una amiga compañera de partido, decía él. Al menos el ron era exquisito. Con el mareo que tenía encima se me cayeron varios hielos por el suelo cuando abrí la bolsa.

❖¿Necesitas ayuda, Seila?
❥Ya está, ya voy.
❖Quizás no deberías tomarte esa copa.
❥Si estoy perfecta.

Aún así Lady me quitó la copa de las manos y la puso en el otro extremo de la mesita que teníamos enfrente. Me enfrenté a ella y traté de alcanzarla de nuevo sin éxito. Lady podía perfectamente conmigo, sin importar las cervezas que llevara bebidas. Forcejeando acabó cayendo sobre mí, tumbadas las dos en el sofá entre risas y yo con las manos sujetadas con firmeza para evitar cualquier nuevo intento de rehacerme con mi bebida. Nos quedamos un rato la una sobre la otra hasta que de pronto sentí sus labios besándome. Yo me quedé quieta, inmóvil y con los ojos abiertos y ella se separó enseguida.

❖Lo siento. Yo...
❥¿Por qué paras?


Me olvidé de todo. Nuestras lenguas empezaron a jugar entre ellas, a enredarse. Lady me mordió el labio y empezó a besarme por el cuello y lamérmelo y saciarse conmigo mientras yo me dejaba hacer. Con una sonrisa pícara en su rostro, me subió lentamente la camiseta hasta descubrir mis pechos. Los acarició y volvió a besarme el cuello, bajando con su boca hasta mis senos. Su delicadeza a la hora de besarme junto con su fiereza natural me elevaban hasta lugares jamás alcanzados en mi mente.

Me incorporé levemente para dejar que se deshiciera de mi camiseta, y nada más hacerlo me desabrochó el botón de mis vaqueros dispuesta a quitármelos, y yo dispuesta a dejar que lo hiciera. Pero antes de perder mi última prenda me incorporé y la empecé a desnudar mientras le besaba y luego le mordía sus pechos. Es lo bueno de ser una mujer recibiendo placer de otra mujer, que sabes perfectamente aquello que más puede excitarte.

Ambos pantalones acabaron lejos del sofá, y con nuestras prendas más íntimas decidimos que lo mejor era ir al dormitorio, a mi amplia cama de matrimonio. Allí seguimos nuestro festín de besos y caricias, caricias que pronto empezaron a bajar por mi pecho hasta acariciar aquello que aún estaba cubierto de ropa. Dedos mágicos que me hicieron gemir durante un tiempo eterno mientras seguíamos besándonos con desenfreno.


Luego me tocó a mí, y preferí deshacerme de toda nuestra ropa para ello. A pesar de ser el segundo día de enero, y a pesar del frío de la calle, no podía sentir más calor en mi cuerpo en aquel momento. Inexperta como era en aquello, fue besándole la pierna cada vez más cerca del lugar donde éstas se juntan. Ella se removía bajo el húmedo tacto de mi lengua, acariciándome el cabello y dirigiéndome en mi aventura. Perdí la noción del tiempo, quizás estuvimos veinte minutos o quizás una hora, intercambiando nuestras posiciones y placeres. Ella usó su lengua conmigo haciéndome gozar de forma inhumana, hasta llegar ambas al éxtasis. Y seguimos besándonos y acariciándonos un largo rato más.

Pero el momento mágico acabó cuando Pabliyo nos interrumpió. No le habíamos escuchado entrar. No sabría decir quién de los tres mostraba una cara más aterradora, de espanto, de no querer estar en aquel lugar. Supongo que a todos os gustaría oír que se unió a nosotras y que gozamos los tres de una noche mágica, pero no fue así.

Pabliyo salió corriendo de la casa sin decir una sola palabra, no queriendo creer lo que sus ojos habían visto, y nosotras nos despedimos en silencio. Ya habíamos salido de nuestra mágica nube y volvíamos a pisar tierra, nuestra mente había dejado de pensar en nosotras mismas para darse cuenta de lo que acababa de pasar.

Esa noche lloré pensando en el daño que le había hecho a mi hamado y siempre fiel Pabliyo.