Un Puente Sobre El Ebro

Day 1,570, 02:35 Published in Spain Belgium by Sheredyn Artiles

Buenas a todos.

Hoy estreno el módulo de relatos. Antes de empezar, unas cuantas cosas.
El relato es mejorable, ya que no he tenido demasiado tiempo para desarrollarlo y pensaba que me costaría menos (si el formato sale adelante, confió en hacer los próximos mejores). Señalar que a pesar de referencias reales (Barcelona, Valencia, Ebro), no pretendo representar el espacio de manera fiel a la realidad, sino basándome en mi imaginación. Tampoco se pretende hacer referencia a aspectos de la realidad de eRepublik (ni batallas ni jugadores), si bien el relato está obviamente ambientado en el eMundo. La finalidad del relato es dar mayor variedad al periódico y entretener, pero quizás el formato no guste a los lectores, dado que se sale de la línea habitual de los artículos y además es un poco largo , y son ustedes lo que tienen la palabra en cuanto a si lo sacó adelante o no. Habrá que ver. Me hubiera gustado incluir alguna ilustración para hacerlo más llevadero, pero el dibujo no es lo mio xD Ah, y se que el relato es un poco hollywoodiense y ''callofdutyesco'', pero se hace lo que se puede xD

Asimismo, avisar que el domingo habrá un nuevo informe general. Dicho esto, comencemos.

Un Puente Sobre El Ebro


Alejandro revisó el área. Le gustaba asegurarse de tener todos los datos posibles antes de la batalla. Comprobó una vez más la posición que había ante él: un puente de hormigón, no demasiado extenso, situado en una de las zonas más estrechas del Ebro, con sendos carriles de ida y vuelta. Alrededor de la cabeza del puente en esta orilla había al menos cuarenta soldados, junto a un blindado ligero inmóvil pero vigilante. Los focos iluminaban la zona y las cercanías. Lo mismo al otro lado del puente, donde debía de haber por lo menos una veintena de hombres.

Él y sus hombres, la unidad Hércules, se encontraban en la arboleda situada no demasiado lejos del puente. Se habían divido en dos grupos, uno a cada lado de la carretera, para atacar desde más direcciones. La unidad Jarama se encontraba al otro lado del río, preparada para atacar al grupo que vigilaba aquella zona.

-Son muchos, señor-comentó un soldado cerca de él. Tendría poco más de veinte años, y la cara de un niño. Procuraba no quedarse con los nombres de los nuevos, la mayoría no vivían demasiado.

-Ya lo sé, soldado-le espetó- Jarama 1, ¿están en posición?

-Afirmativo Hércules 1 –sonó la respuesta por la radio- Blancos fijados, estamos preparados para el combate.

-Bien, no abran fuego hasta que de la señal de ataque.

La cosa sería difícil. Acabar con como mínimo sesenta enemigos con menos de la mitad de dicho número de hombres (veintiocho, dieciséis de Hércules y doce de Jarama) era todo un reto. Por suerte contaban con algo de apoyo.

-Hércules 1 a Bandolero. ¿Serbio, cuánto falta?

Senka Kovacevik, alias ‘’El Serbio’’, era uno de los especialistas serbios de las unidades enviadas por el alto mando de ONE. Él y su hermano Zoran eran los pilotos de un helicóptero PW- Wojownik, de fabricación polaca, bien armado y casi silencioso. Los Kovacevik solían ser asignados como apoyo para operaciones de aquél tipo, y Alejandro ya había trabajado con ellos varias veces, llegando a tener una particular relación de camaradería.

-Unos pocos minutos, amigo. Estamos casi allí.

-Bien, hay un blindado a un lado del puente, al descubierto, y un par de parapetos que convendría que volarais.

-Los de arriba no quieren que le hagan mucho daño a esta preciosidad, así nos han ordenado que solo hagamos una pasada aprovechando la sorpresa–comentó Senka- Procuraremos acertar a la primera.

-Recibido. Esperamos vuestra señal.

Mientras una suave brisa agitaba los árboles y la tensión palpable de los hombres aumentaba, Alejandro se puso a pensar en los meses pasados. Desde la invasión, se habían tenido que organizar equipos especiales como aquel, para misiones tras las líneas enemigas. Y es que las fuerzas brasileñas y americanas eran muy superiores a las de España. Ahora mismo se había montado otro asalto al estilo guerrillero en la zona de Valencia. No sabía si saldría bien o sería otra lucha en balde, pero si sabía que la columna que se acercaba desde Barcelona, enviada por órdenes del Alto Mando Brasileño en España para sofocar la revuelta, acabaría con toda esperanza de victoria. Por eso había que tomar y volar aquel puente, uno de los pocos intactos que quedaban sobre el Ebro, reconstruido no hacía demasiado. Aquello desviaría a la columna y daría unas horas preciosas a las fuerzas que combatían en Valencia.

Alejandro Carrera, madrileño, siempre había sido soldado. No era persona de muchos amigos, más allá de la camaradería propia del ejército, y nunca había sentado la cabeza. Toda la familia que tenía eran sus padres y su hermana, ahora en el Madrid ocupado. No sabía cómo les irían las cosas.

Su inteligencia, sus capacidades y su esfuerzo le habían llevado a liderar la unidad Hércules, una de las más prestigiosas de España. Solían ser los mejores soldados de las distintas unidades del resto del país, si bien recientemente la sangría de tropas había reducido un poco el nivel: los nuevos reclutas eran la prueba de ello. Aún así, Hércules seguía siendo lo mejor de lo mejor, especializada en acciones tras las líneas enemigas. En los meses pasados habían llevado a cabo con éxito varias operaciones importantes, como la voladura de una refinería de petróleo en Murcia, la destrucción de un convoy cerca de Madrid o el secuestro de varios oficiales americanos en Oviedo. El problema de estas operaciones en que todas tenían un alto riesgo, y siempre había bajas, más de las que a Alejandro le gustaría.

Jarama, por su parte, era otra unidad de élite, aunque solía estar más relacionada con acciones en el frente. Su líder, Daniel Barradas, era un andaluz veterano muy profesional, orgulloso y con malas pulgas. Era evidente que no le hacía gracia estar supeditado a las órdenes de Alejandro, pero entendía la necesidad de un único mando y tragaba con ello.

-Atención Hércules 1 –la voz de El Serbio volvió a sonar- Estamos casi sobre la zona. Treinta segundos.

-Entendido. Hércules, Jarama-dijo por el canal general- Preparados todos.

El nerviosismo y la tensión se apoderó de los soldados. A pesar de tantas batallas y experiencia, cada nueva operación, el riesgo de enfrentarse a la muerte, era algo que siempre hacía mella en todos y cada uno. Alejandro tuvo que reconocer para sí que él mismo estaba en tensión.

Y entonces, apareció. Como un fantasma silencioso, una enorme mole con una extraña forma de libélula, con cuatro extremidades a las cuales estaban enganchadas varios misiles. En la parte inferior del aparato, cuatro hélices lo mantenían en el aire, y una trasera le permitía maniobrar. Cual ave rapaz que se lanza sobre su presa, los Kovacevik se abalanzaron sobre la posición de los brasileños, que apenas los vieron llegar.

-¡Misiles fuera!

Cuatro columnas de fuego y humo salieron disparadas hacia la cabeza del puente. Con letal precisión, el primer misil impactó contra el blindado ligero, cuya torreta arrancó de cuajo. Otros dos reventaron entre las cajas y sacos de arena que los enemigos habían colocado, acabando con la vida de los hombres que se encontraban cerca. El último pasó de largo y estalló en el agua.

-¡Adelante! ¡Abran fuego!

Dicho y hecho, los soldados de Hércules y Jarama dispararon sin piedad sobre las posiciones brasileñas. El mundo pareció ralentizarse de repente ante los sentidos de Alejandro. Veía las balas cruzar el aire, el fuego arder salvajemente, a sus hombres y a los enemigos caer. El atronador sonido de una ametralladora pesada sonó de repente, hasta que fue interrumpido por una granada. Sin salir de la arboleda, sus tropas continuaron disparando.

Entonces, no sabía muy bien cómo, un cohete salió disparado desde la posición brasileña y se dirigió hacia la zona al otro lado de la carretera, donde se introdujo entre los árboles y provocó una gigantesca explosión, mucho mayor que la que podía crear cualquier cohete. No había tiempo que preguntar, así que siguió disparando. Con la mayor parte de sus compañeros muertos, los brasileños empezaron a retirarse al otro lado del puente, quizás sin percatarse de que Jarama se encontraba allí.

-¡Vamos! ¡Cargad!

Los soldados de Hércules abandonaron su posición entre los árboles, marcharon sobre los restos calcinados y los cadáveres en lo que hacía unos minutos era una sólida posición enemiga y avanzaron por el puente en pos de los supervivientes. La mayoría de los brasileños no alcanzaron la otra orilla; el resto se encontró, junto a los compañeros que aún resistían en aquella posición, entre las balas de Jarama y Hércules. Pasaron unos segundos antes de que cayeran todos.

Finalmente, cesaron los disparos. Los hombres respiraban cansados. Alejandro relajó los músculos, en tanto sentía su fusil más pesado que antes. Una figura se le acercó. Era Barradas.

-Ya está. ¿Qué cojones ha sido esa explosión? ¿Qué ha pasado con tus hombres?

Alejandro se dio cuenta de que no había preguntado. De hecho, no había mirado el estado de la unidad. Faltaban más de la mitad de Hércules. Uno de sus soldados se le acercó.

-Yo lo vi, señor. El cohete le dio a los ingenieros…

Alejandro maldijo para sí. No necesitaba explicación. Les había ordenado a los ingenieros que se dividiesen en dos, un par a cada lado de la carretera, y que permanecieran lo más atrás posible, alejados de las balas. Al impactar con ellos, el cohete habría reventado los explosivos que llevaban, matando a todo el que estuviera cerca (por lo que parecía, muchos de sus hombres) y dejándoles a ellos con mucho menos material para derribar el puente.

Comprobó que, efectivamente, solo quedaban los otros dos ingenieros, aparte de otro más de la unidad Jarama, que lo miraban con preocupación, entendiendo lo que aquello significaba. Se dirigió a ellos.

-Habrá que arreglarse con lo que tenemos. Descolgaos y poned las cargas. Nos marcharemos en cuanto…

-Atención Hércules 1, responda, rápido

Se había olvidado del Serbio, que aún daba vueltas alrededor del puente.

-¿Qué ocurre, Serbio?

-Malas noticias, veo luces en la carretera a un kilómetro. Estarán ahí en un par de minutos.

Alejandro se quedo estupefacto.

-¿Qué? ¿Cómo es posible que hayan llegado tan pronto? ¡No los esperábamos hasta dentro de tres horas!-los ingenieros se habían quedado paralizados, igual que el resto de los hombres.- ¿Y vosotros tres que hacéis? ¡Empezad enseguida!

Obedientes, los ingenieros prepararon su equipo y se descolgaron, dos a un lado y otro en el contrario. Mientras, Kovacekiv respondió.

-Solo distingo ocho o nueve vehículos. Probablemente se trate únicamente de la avanzadilla, el grueso de la columna aún debe de estar lejos.

-Eso no es mucho consuelo-comentó Barradas- Tenemos muy poco material pesado y munición, no podremos con ellos.

Alejandro se detuvo un momento, sopesando la situación.

-¡Atención todos! –gritó- ¡Coged cualquier arma de los cadáveres y esparcíos alrededor de la posición, vamos! ¡Y que alguien apague esas luces o acabaremos como ellos!

Los hombres salieron de su parálisis y siguieron las órdenes. Empezaron a buscar todo lo que fuera de utilidad entre los restos brasileños (‘’¡Aquí hay un antitanque!’’ , exclamó uno) y se colocaron en la posición. Un par de soldados de Jarama se encargaron de apagar los focos y farolas que iluminaban la zona.

-Serbio, ¿puedes retrasarlos?

-Espera…-Kovacevik permaneció unos segundos en silencio, segundos que dado el poco tiempo del que disponían se le hicieron eternos- Vale, el mando me ha dado permiso para hacer una pasada sobre el convoy con los misiles que me quedan. Espero poder frenarlos un poco. Deberíais estar a punto de verlos.

Y así fue. En la lejanía, apareciendo por una curva en la llana carretera, las luces de los faros del primer vehículo se distinguieron claramente. Y luego el segundo, y el tercero.

-Voy a por ellos.

-Suerte, Serbio.

Los soldados de Hércules y Jarama vieron alejarse el Wojownik, rezando para que pudiera detener a los enemigos lo bastante como para evitar un combate en el que estaban a todas luces en desventajas. Vieron como, una vez más, fogonazos de luz salían de las extremidades del aparato, sin que los brasileños lo vieran llegar, y como dos de los misiles impactaban de lleno en sendos vehículos, mientras la explosión del tercero volcaba otro y el cuarto impactaba cerca pero no provocaba daños serios. Las ametralladoras de un par de vehículos abrieron fuego contra los Kovacevik, que se retiraron rápidamente en dirección al puente.

-Un blindado y dos transportes fuera de combate. Eso debería tenerlos noqueados un poco-comentó Senka secamente- Vuelvo a la base.

-Perfecto. Gracias, Bandolero. Muchachos, ¿cómo va? –preguntó Alejandro a los ingenieros.

-El lado este está casi listo-dijo uno.

-Yo voy por la mitad-comentó otro.

-De acuerdo, daos prisa.

Alejandro observó a los brasileños en la lejanía. Varios hombres se habían bajado de los transportes y ayudaban a los heridos que habían sobrevivido. Aún así, otro de los vehículos, un tanque, se adelantó, así como varios hombres que comenzaron a caminar tras él en dirección al puente.

-Parece que mandan un equipo de reconocimiento-comentó Barradas- En cuanto distingan el fuego en la otra orilla atacaran.

-Pues tendremos que atacarles nosotros primero-espetó Alejandro- Hemos tenido suerte, podemos con ellos. Listos esos lanzacohetes-el par de soldados que los tenían asintieron.

Pasaron veinte segundos, treinta, cuarenta… la masa del tanque estaba cada vez más cercana, iluminada por el convoy que dejaba tras de sí, y ocultando a los brasileños que lo seguían.

-Esperad…Esperad…-murmuró hasta que estuvieron lo bastante cerca- ¡Ya!

A la orden, los cohetes salieron disparados contra el tanque. El primero pasó de largo, y el segundo impactó en un lateral. El vehículo se detuvo, sin explotar. Algunos de los enemigos que se cubrían tras él se asomaron y abrieron, mientras otros corrieron a ocultarse entre los árboles.

-¡Responded al fuego!

Nuevamente se inició una lucha encarnizada, con las balas cruzando de un lado para otro, mezclada con los gritos de los moribundos. Un soldado lanzó otro cohete al tanque, y esta vez le dio de lleno. Aunque tampoco explotó, las llamas se esparcieron por él.

-¡Lado derecho listo!-dijeron los ingenieros.

En la distancia, pudo ver como el resto de brasileños se percataba del combate. Otros tres vehículos, así como muchos hombres, cargaron a toda prisa contra ellos.

-¡Ya vienen! ¡Tenemos que irnos!- gritó Barradas.

-¡Lo sé, joder! Mierda…-murmuró para sí. Habló otra vez con los ingenieros- ¡Esta bien, dejadlo!

-¡Pero señor, faltan cargas por colocar!

-¡No podemos esperar más, o no habrá quien las haga explotar!-habló por el canal general- ¡Fuera todo el mundo! ¡Al puente!

Rápidamente, todos comenzaron a correr. Esperó hasta que sólo quedaron él y Barradas, y entonces los siguió. En mitad del puente se encontró con uno de los ingenieros, que trataba de subir pero que parecía haber perdido el equilibrio y no encontraba donde apoyarse. Lo agarró.

-¡Arriba, vamos!

Lo subió y lo apoyó en el suelo, donde se quedó agachado. Le ayudó a levantarse, y tras un leve asentimiento, ambos corrieron. Vio a un par de compañeros morir en el camino mientras el fuego enemigo cruzaba el aire. Escuchó entonces un cañonazo, y sintió el zumbido de un proyectil. Afortunadamente pasó de largo y reventó en la otra orilla, sin alcanzar a nadie. Apenas él, el ingeniero y Barradas hubieron salido del puente, chilló:

-¡Voladlo! ¡Voladlo!

Dicho y hecho, los ingenieros detonaron los artefactos colocados en los pilares. Las llamaradas se alzaron sobre el agua mientras el hormigón y los escombros se esparcían por el aire y el río. Tras la atronadora explosión, Alejandro contempló el resultado: la mitad del puente se había derrumbado, y la otra ardía en llamas y unas profundas grietas la recorrían, mientras se resquebrajaba aún más poco a poco. No aguantaría demasiado.

-¡Hecho! ¡Seguid corriendo!

Aún no estaban fuera de peligro, toda vez que los brasileños aún los tenían a su alcance. Siguieron corriendo como posesos, internándose profundamente en la arboleda, hasta que estuvieron a bastante distancia de allí.

-De acuerdo, reagrupaos todos.

En un minuto, todos los supervivientes estuvieron a su alrededor: once hombres, más él mismo. Había muerto más de la mitad de la tropa, la mayoría miembros de Hércules, pero al menos habían tenido éxito.

-Mando, aquí Hércules 1. La misión está cumplida.

-Bien hecho, Hércules 1 –una voz monótona y carente de cualquier expresividad le respondió- Vayan al punto acordado, los helicópteros de extracción van para allá.

-Entendido. Corto.

Alejandro se dirigió a sus hombres.

-Bueno, muchachos-suspiró- Volvemos a casa.