Ninette.
Ezequiel
Lunes 8 de diciembre de 2008, Paris - Francia
Deben rondar las siete de la tarde y pensaba escribir: - no queda nadie por aquí. Pero lo que realmente debería afirmar es que hace unas horas he dejado de luchar en la última batalla en territorio francés.
Mi última bala escapaba entonces campo a través dañando quizá las verdes hojas de un olivo centenario. Nada más.
No estoy en lo que estoy y decido salir de aquí antes que mi falta de concentración acabe por recordarme que mi carne es tan débil al plomo como la esos desdichados a los que disparo.
A estas alturas no puedo sino sentirme un estúpido por no poder evitarlo. Una y otra vez...
Apenas puedo recordar las batallas en suelo francés en las que he luchado y siempre, sin excepción, ha ocurrido lo mismo: Ninette.
Ninette no es como Lola porque Ninette, la que fue mi Ninette, no es una invención. Es de carne y hueso y aún hoy no quisiera encontrar su foto en algún rincón de una maleta de viaje.
El tren llega extrañamente puntual a Gare Du Nord.
Camino por las calles de Paris, fúsil al hombro; gris entre el color y reparo en que son ya muchos años.
Unas cuantas parejas y solitarios románticos del pincel permanecen a la orilla del Sena. Los observo desde una esquina de Le petit Pont y, como cada vez que vuelvo a Paris, durante unos minutos me doy el lujo inaguantable de envidiarles.
Ninette vive ahora a las afueras, en Saint Dennis.
Pero yo sólo puedo recordar a Ninette en las terrazas de Montmatre, en la estación donde todos los días la recogía después de una jornada de trabajo en Saint-Germain-en-Laye... o paseando casi exáctamente como cualquiera de esas parejas que ahora mismo atisbo con melancolía.
Ninette tiene un hijo y convive con un franchute al que detesto con engañiza indiferencia. Un tipo que vive para ella, leal a sus pechos y a su falda. Ajeno a todo lo demás...
Pero para qué engañarme, no es peor que yo y, si así fuese, en el fondo nada tiene que ver con Ninette y conmigo. Sobre todo conmigo.
Empiezo a olvidar la pulcra y cuidada letra a pluma de Ninette o el doblez exquisito de sus cartas en aquellos sobres sin remite. También empiezo a olvidar su cara.
Una racha fugaz de viento húmedo atraviesa mi casaca y mi alma. Y tiemblo. Decido que es hora de salir de aquí o empezaré a darme tanto asco que volverá a costarme varias botellas de whisky irlandés recobrar la compostura.
La noche ha caído. Al fín escapo de París y recuerdo quién soy: un mercenario a cualquier postor, un guerrero sin lealtad, un apátrida de conveniencia. Un solitario con un fúsil al hombro, preparado para pelear, dispuesto a no ser nunca el último.
Basta con dar media vuelta para dejar atrás parte de mi pasado en esa ciudad maldita.
Y esta noche volveré a las trincheras y me emborracharé con gusto hasta caer dormido; y reiré a carcajadas todos los chistes de cualquiera de los soldados americanos y canadienses que luchan en mi bando.
Y, si alguien me pregunta, juraré que jamás conocí a ninguna Ninette...
"(...) We'll meet again
Don't know where
Don't know when
But I know we'll meet again some sunny day (...)"
(We´ll Meet Again - Vera Lynn - 1939)
Comments
Spantax¡¡¡
que flipao
Votadisimo
Yo tambien quiero sentirme arropada en la orilla del Sena a la luz de la noche.
mojito!
Votado
Bien, por una vez haré la excepción y comentaré en mi propia página:
Blackstar Holding.- los spantax, lmaos, lol, y cosas así no las entiendo, no sé qué significan. De todos modos, no me hace falta aclaración. Gracias.
Vicen: que yo sepa la páginas de Sport y Mundo Deportivo siguen operativas y en el minuto que tarda en leer este escrito allí seguro que sacaría información de más provecho. Se lo recomiendo.
Sibila: estoy convencido que en una de éstas se encuentra a la orilla del Sena. Son quince horas de viaje... pero... 🙂
Bolonia: como siempre, gracias.
Sólo esto: http://www.youtube.com/watch?v=ujX4AXAIOWY
@Sibila,la división a la que pertenezco cada vez se acerca más a París; así que si te vienes conmigo puedo arroparte, quizás no a la luz de la noche, pero si a la de la luna.
Yo quiero arropar a Sibila, pero antes quiero curar estas heridas que me dejaron los canadienses.
Gran texto.
Votado, naturalmente.