Mi relato erótico para el Memorial Unsalondete

Day 3,171, 06:08 Published in Spain Spain by Duhr

Bueno, aquí un novato que necesita los loros del premio y los ESP que dan con la participación, y como escribir me cuesta un carajo... pues allá voy, presento mi relato erótico para el II Certamen relato Erótico. Memorial Unsalondete.

Las manos quietas, que os conozco, especialmente a los de las FAF, que luego no podréis empuñar un arma como es debido.

Ahí va. Pido perdón por el tocho.



No recuerdo muy bien cuándo ni cómo empezó todo, ni siquiera soy capaz de valorar mi estado actual. No se desde donde escribo ni cómo explicar estas palabras. ¿Existirá un más allá de verdad? Mi mente de ciencias se niega a creerlo, pero el caso es que me veo en la necesidad de explicar mis últimos momentos con vida, en el fragor de la batalla, para que al menos perviva en alguna parte como recuerdo... para que al menos alguien, si me lee, sepa que alguna vez existí.

Puedo decir abiertamente que no miré a la muerte a los ojos, me negué en rotundo, porque tuve la suerte de poder mirar a otros ojos, de vivir mis últimos momentos como solo lo viven los protagonistas ficticios, de historias nacidas del cerebro de los grandes escritrolles. Bien, sin más preámbulos comenzaré mi historia, porque no se cuánto duraré en este estado.

Mi nombre es Carwood Lipton, tal vez recuerden mi nombre de Hermanos de Sangre, la serie de televisión, o Hermanos de Sangre, el libro, del autor Stephen Ambrose. Pero no, no soy el original, mi nombre viene a que mis padres eran grandes fanáticos de la serie y sobre todo de dicho personaje.

Pronto me pegaron sus gustos, ya que a los 16 años, aprovechando que el país estaba en guerra, me uní al Ejército de los Estados Unidos. Fue fácil superar los filtros de edad y engañar a los inútiles y sabelotodos de Recursos Humanos.

Tres años después, me encontraba en una trinchera, cerca de las murallas de Ávila, en Castilla y León (España). Éramos pocos defendiendo la ciudad, y los españoles no querían recuperarla porque estábamos justo en medio del meollo entre españoles y húngaros.

Los húngaros, al ser aliados nuestros, no podían simplemente llegar y ocupar la zona. Cosas absurdas de la diplomacia, al parecer no pueden venir, ocupar nuestras trincheras, saludarnos y desearnos buen viaje de vuelta a casa. No, hay que esperar a que los spaniards ocupen nuestra zona, nos maten y así los húngaros entren en la ciudad a placer masacrando españoles. Tan absurdo que mi Teniente, dos días antes de perderle de vista, murmuraba algo a mi sargento relacionado con una "falsa bandera".

Una vez explicado el contexto comenzaré con el Día D, el día de mi muerte. No se de qué manera ni como, pero en solo dos días la trinchera que ocupaba con veinte compañeros de milicia se quedó vacía y defendida tan solo por Kate y por mí.

Puedo decir que tuve suerte, porque estaba cautivado por los ojos verdes de Kate desde hacía un año, desde que se incorporó a mi unidad. En realidad todos babeábamos con ella, pero el feeling que teníamos ella y yo era especial, aunque estábamos en guerra, pasando frío, calor, hambre, penurias, moviéndonos de un lado a otro... y no podía probar a ver si simplemente podía pasar algo más entre ella y yo. Invitarle a tomar un café, una copa, a dar un paseo... eso era vida para gente civilizada, no para soldados como nosotros.

La trinchera siempre estaba inundada por su olor a vainilla. Siempre conseguía colonia de contrabando y siempre bromeaba con ella con el hecho de que por culpa de la colonia... algún día alguien se giraría específicamente para dispararla. Siempre me respondía con su preciosa sonrisa y echándome de su colonia encima, haciendo que yo oliese a vainilla durante días (NO HOMO).

El caso, porque me voy por las ramas, es que estábamos ella y yo en la trinchera, y pronto el olor a vainilla quedó neutralizado por un fuerte olor a pólvora y muchas vibraciones. Me incorporé y pude ver lo que contaba mi teniente que podían ser aviones. Objetos volando soltando bombas, inaudito, jamás había visto nada igual, eso era completamente nuevo.

Las explosiones procedían del otro extremo de la ciudad, pero me quedé helado cuando vi a todo un regimiento, reforzado con tanques, dirigirse rápidamente hacia nosotros. Kate y yo nos miramos en silencio antes de comenzar a disparar. ¿Qué podíamos hacer dos personas contra todo un regimiento? Pronto recibimos fuego de fusiles y de tanques, obligándonos a meternos en la trinchera, agazapados como ratas.

En ese momento sentí algo que no había sentido nunca, y me lo provocó una explosión a escasos metros de nosotros. Se me heló la sangre y me quedé en paz, en calma. De repente era más consciente del aire frío abulense, de la tierra que los propios abulenses decían que era de Santos y Cantos, y sobre todo de la existencia de ese olor a vainilla... asi que giré la cabeza y miré fijamente a Kate, que hacía lo propio sonriéndome. ¿Pensaría ella lo mismo? Dejé mi fusil y me acerqué gateando a ella.

No dijo nada, sonreía mientras dos lagrimones recorrían su precioso rostro. Había suciedad a raudales y tenía el pelo enmarañado y lleno de tierra, pero su ceñido uniforme y las facciones de su rostro denostaban que ella no debería haber empuñado un fusil jamás, ella debería haber desfilado por las pasarelas de todo el mundo. Cuando se lo comentaba entre risas su respuesta siempre era una carcajada acompañada de un: "Tendría que perder 5/6 kilos más y me niego, bastante hambre paso ya en la guerra, prefiero luchar por mi país o ponerme a estudiar, de hecho, me encantaría estudiar Medicina. Además, dentro de 10 o 15 años mi cuerpo cambiará. ¿A qué me dedicaría después?".

Dejé mis pensamientos y recuerdos a un lado y la abracé. Dejó de llorar y solo sonreía.

- Este es el fin. ¿Verdad Lip?
- Sí cielo, dudo que esos salvajes españoles nos dejen con vida.

Un tanque pasó por encima de nuestra trinchera y levanté la vista, me hallaba hacendado. Cuando la bajé volví a mirar a los ojos de Kate, que me miraba fíjamente y con rostro serio. Antes de que se lanzase a besarme pude ver fuego en sus ojos, el mismo fuego que recorría mi columna vertebral mientras su lengua se entrelazaba con la mía.

Sentí como el pulso se disparaba, como el tiempo se detenía para mí, como no importaban las explosiones de los alrededores y el fuego cruzado. Pude sentir como a ella le pasaba lo mismo y como respiraba con dificultad mientras nos besábamos. ¿El paraíso en medio de una guerra?¿Con música de armas de fondo?

El fuego que había en la batalla no era comparable al que rugía dentro de mi cuerpo. Mis hormonas circulaban a más velocidad que mis glóbulos rojos. Mi pantalón me aprisionaba como nunca.

Nuestras bocas se dirigieron a nuestros cuellos, y mientras Kate mordisqueaba mi oreja me susurró al oído un "Lip, estoy chorreando...", una frase que hablaba por todo lo que iba a pasar a continuación.

Saqué mi cinturón y el suyo con una velocidad y una habilidad que jamás había experimentado. Saqué mi cuchillo, un Cudeman MT-1 con mil batallas a sus espaldas y con la mejor de todas aún por contar, y rasgué su pantalón totalmente, para arrancar a continuación sus bragas con mis propias manos.

Me sorprendí al ver un pubis completamente depilado. ¿Se depilaría a cuchillo? Recordé que de vez en cuando pedía mi Edwin Jagger, fiel compañera de viaje con una barrita de un jabón de afeitar español, una brolla sintética y un buen paquete de cuchillas rusas. Perdón, las ramas de nuevo...

Si tenía hambre, al verla completamente depilada perdí el control y enterré mi cara en su entrepierna. Mi lengua trataba de llegar a todas partes mientras torturaba su botoncito. Solo escuchaba sus gemidos, ni explosiones, ni disparos... nada. Enterré dos dedos de golpe en su interior y noté como se arqueaba y chillaba de placer, poniendo sus dos manos sobre mi cabeza para ejercer más presión. Jugaba con mis dedos y con mi lengua hasta que unos gritos ahogados y las contracciones vaginales sobre mis dedos anunciaron su orgasmo. Aquello sí que fue una auténtica explosión.

De pronto levantó mi cabeza con sus manos y me atrajo hacia ella, una vez encima de ella su mano desabrochaba mi pantalón buscando mi herramienta (no, no buscaba ni el cuchillo ni la maquinilla). Una vez en sus manos la colocó torpemente en la entrada y se la enterré de un solo golpe.

Abrió sus preciosos ojos poniéndolos como platos mientras abría la boca hasta donde podía. Una vez relajó el gesto comencé a bombear en su interior. Nos besábamos, nos mordíamos, nos lamíamos... estábamos desbocados, yo solo podía escucharla gritar y gemir, no existía nada más a mi alrededor.

Perdí la noción del tiempo mientras Kate me suplicaba que le llenase por completo. Y así lo hice, exploté como nunca. Mi orgasmo fue tan intenso que se me nubló la vista y tuve que apoyarme por completo en su cuerpo mientras ella me abrazaba y me acariciaba.

- Llevo deseando esto mucho tiempo Lip.
- Yo también, desde el día que te conocí.

De pronto sentí como fijaba su vista en el exterior de la trinchera y su cuerpo se tensaba. Giré la cabeza y vi de reojo a un buen número de personas mirando.

Pero cuando me asusté verdaderamente fue cuando alguien saltó dentro de la trinchera frente a nosotros. Levanté la mirada y vi a un soldado español de las FAF mirar hacia el grupo de gente. Había oído muchas leyendas sobre esta milicia, una de las más antiguas y mejores de España. Con esfuerzo pude leer el nombre del soldado en el pecho de su uniforme: "Duhr".

Duhr: ¿Se puede saber por qué habéis detenido el avance? Poggo va a cortar cojones y ovarios por igual. -Bajó su mirada hacia nosotros- Ah, ya veo, curiosa y bonita manera de despedirse.

Vi como el soldado daba un paso al frente y volvía mirar hacia el grupo de gente.

Duhr: A ver, Mininuns, guarda ese móvil tio, no los grabes, no es bonito.
Mininuns: ¿Y si el día de mañana el fantasma de alguno de ellos se levanta, escribe un relato erótico y me pone a parir? Quiero tener pruebas para defenderme, ya sabes que guardo todo, logs, videos, capturas...
Duhr: Carol! Neospa! No aprovechéis que Arteida y Bulla están embelesados viendo a estos dos pipiolos para meter la mano en sus mochilas sin que se den cuenta. ¡Yo también quiero sus fotos!

Aquella situación era absurda. La fama de terribles les precedía, también de trollacos, pero no entendía muy bien qué pasaba. De pronto dos melocotones cayeron a los pies de Duhr.

Duhr: Fermusita. ¿Se puede saber qué haces?
Fermusita: Para que recuperen fuerzas. Si los vas a ejecutar hazlo ya, si no deja que coman y sigan con el espectáculo.

Otro soldado saltó al interior de la trinchera y colocó el cañón de su pistola Q1 a veinte centímetros de mi frente.

Duhr: Leogar. ¿No eres de otra compañía?¿Qué haces aquí?
Leogar: Creía que eran Feparras, bah, son americanos, os espero en la muralla, me piro.

Y de un salto desapareció de la trinchera. De pronto el soldado Duhr se agachó frente a nosotros, cruzando el fusil en sus brazos.

Duhr: Es una lástima. ¿Sabéis que habéis sido traicionados? Vuestro gobierno ha sido quien ha lanzado el ataque para simular una invasión española y entregarle este territorio a los húngaros, nosotros estamos aquí para detener ese despropósito. Pero habéis tenido la mala suerte de estar en medio.

Kate y yo nos miramos confundidos, aún fundidos completamente. Sentía como todo mi ser, derramado en su interior, comenzaba a salir de ella. El soldado de las FAF se dirigió a sus compañeros, que desaparecieron ipsofacto.

Duhr: Largaos de aquí, yo me ocuparé de esto. -Bajó su mirada y se dirigió nuevamente a nosotros- Mirad, os haría prisioneros y os deportaría a vuestro país, pero si me presento ante mi Comandante con dos prisioneros me cortará los cojones y me los pondrá en la boca (NO HOMO). Tenemos órden estricta de no hacer prisioneros. No os preocupéis, me encargaré de que el atajo de enfermos que me acompañan no os toquen ni un pelo, y por supuesto que será rápido e indoloro.

Intentaba hablar, pero solo podía balbucear, era nuestro fín. Sentía como Kate temblaba debajo de mí. El soldado se incorporó y colocó su arma en el hombro, apuntándola hacia a mí.

Duhr: Es sencillo, una vez os haya ejecutado pondré unas cuantas granadas alrededor de vuestros cuerpos y las haré estallar, así nadie os podrá tocar.

Mi mirada se cruzó con la de aquel soldado.

Duhr: Chaval, no me mires a mí, mírala a ella, termina de despedirte como un hombre.

Y miré a Kate a los ojos, esos preciosos ojos, joder, lo que daría por volver a verlos y volver a hacer el amor con ella... Lo último que recuerdo es un fuerte golpe en la cabeza y un dolor punzante que se pasó en nada, y lo siguiente fue estar aquí, contando esta historia.