Los ojos de la locura 1/3

Day 2,488, 16:08 Published in Spain Spain by LeonWesporo


Pasa, no seas tímido, amigo. Pero no te quedes de pié, toma asiento, por favor. Has venido desde muy lejos para buscar unas respuestas. Se lo que han visto tus ojos, porque los míos, cansados y antiguos, también lo vieron. El horror es una palabra que se queda corta para lo que hemos visto, ¿verdad? No te preocupes, aquí estás a salvo. Estás temblando, acércate más la butaca al fuego, te traeré algo de té.



Tómate el té, entrarás en calor. Se que tienes preguntas, pero ten paciencia. Claro, yo también lo vi, ya te lo he dicho. Bueno, será mejor que empiece a hacer la cena mientras te cuento mi historia, me vendría bien una ayuda con el estofado.

Ocurrió hace muchos años, demasiados. Yo aun era joven, muy joven, cuando se es tan joven, se comenten errores y tus acciones están marcadas por la impetuosidad y el orgullo de la juventud. No se es consciente hasta que punto se es mortal, porque esa sensación de inmortalidad y desafío brota desde lo más profundo de tu propia inconsciencia. Joven y enamorado, esa combinación nunca trae nada bueno. Pero lo cierto es que estaba loco por ella, habría ido al fin del mundo si me lo hubiera pedido, y ojalá hubiese sido eso lo que me pidió, pero una vez más, me equivoqué. Bajar al propio infierno, eso fue lo que me pidió.



Abrir esa dichosa puerta que trastoca las mentes más fuertes y destruye a las más débiles. Nunca debí haberle hecho caso, pero lo hice, porque estaba cegado por esa belleza, por mi propia estupidez juvenil y esa sensación embriagadora de inmortalidad. Creo que fui un objetivo desde el principio, que no fui algo real, me refiero a que ella buscó durante mucho tiempo a alguien que pudiera hacerle el trabajo sucio y me encontró a mi. Si hubiera sido capaz si quiera de detectar el peligro, nada de todo aquello habría pasado, nada me pesaría tanto como la decena de condenas que llevo a mi espalda.



Muchacho, créeme, hay cosas que nunca se olvidan, otras que es difícil mantener en tu memoria. ¿Alguna vez has oído decir que lo primero que olvidas de una persona que fallece es su voz? La mente la bloquea, recuerdas las manías al hablar, que tartamudee o como marca determinadas sílabas, pero no recuerdas el timbre de su voz, la modulación. He olvidado tantas voces a lo largo de mi vida, tantas se han ido de mi cabeza, recuerdo sus rostros, pero soy incapaz de recordar como eran sus voces. Pero esa voz, amigo mío, esa voz no se olvida tan fácilmente.

Comamos, frío no vale nada, además, te hará entrar en calor y así podrás descansar bien esta noche. No tengo mucho, pero una buena cama y una cena caliente, es algo que si puedo ofrecerte. Sí, vi esos ojos, me causaron muchos problemas, cuando contaba que vi unos ojos rojos en la oscuridad, todos se reían de mi, me trataban de loco.



Aun lo siguen haciendo, pero yo se que aquello era real, tan real como tú y yo, como esta conversación. Yo abrí esa puerta, vi lo que emergió de ella, lo que se desató. Pero fue algo aislado, algo reducido a un pueblo que en un abrir y cerrar de ojos desapareció, sin más. Las miasmas, dijeron, que fue cosa de las miasmas. ¿Pero acaso las miasmas deja a las personas reducidas a charcos? ¿Acaso las miasmas los trastorna y los enloquece antes de reclamarlos? No, amigo, aquello no fueron las miasmas, yo lo vi, lo vi con mis propios ojos. Lo vi alzarse sobre el pueblo, rodearlo, reducirlo, pulverizar la vida de aquel lugar. No se porque yo quedé con vida, porque me dejó con vida, mejor dicho, pero lo hizo.



Ahora será mejor que descanses, mañana seguiremos. Sí, te lo contaré todo, pero mañana.

Buenas noches...




1/3
Relato: Lillian Ravenscourt
Ilustraciones: Leonwesporo