Galletitas

Day 1,185, 16:51 Published in Brazil Spain by Martu

Esta pequeña lectura queria compartir con ustedes 🙂


Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren
en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.

La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista,
un paquete de galletitas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado
y comenzó a leer un diario.

Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho,
sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletitas,
lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar
pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que,
con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galletita, la exhibió
frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola
la puso en su boca y sonrío.

La señora ya enojada, tomó una nueva galletita y,
con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra,
manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continúo entre galletita y galletita.
La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dió cuenta de que en el paquete sólo quedaba la
última galleta. "No podrá ser tan caradura", pensó mientras miraba
alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargó la mano, tomo la última galletita,
y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.

Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galletita
a su compañera de banco.

-"¡Gracias!" - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.

- "De nada" - contestó el joven sonriendo suavemente
mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida...

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.

Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vió al muchacho todavía
sentado en el andén y pensó:
" ¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de nuestro mundo!".

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por
el disgusto que aquella situación le había provocado.
Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida
cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletitas intacto.

Cuántas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos
hacen valorar erroneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones.

Cuántas veces la desconfianza ya instalada en nosotros, hace que juzguemos
injustamente a personas y situaciones, y sin tener un por qué,
las encasillamos en ideas pre-concebidas,
muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta.

Así por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación,
perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones,
haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación.

Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales,
que quizás nunca lleguemos a contemplar,
y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.

Dice un viejo proverbio...

Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo
suficiente, pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una
simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera.

Dedicado a todos Aquellos que al leer este cuento sienten que tienen o pueden dar otra oportunidad a alguien... Nunca es demasiado tarde...Siempre se está a tiempo...

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