Crónicas de una batalla perdida

Day 1,209, 10:48 Published in Paraguay Paraguay by karlpy

Después de derrota en la región oriental Pax movió a su gente hacia el rio paraguay, acampando al otro lado del paso principal.
Esta posición no ofrecía ventajas algunas de ninguna clase, pero era la más abrigada que podía encontrarse en las vastas playas chaqueñas.
La ocuparon los paraguayos por falta de otra mejor, y, sobre todo, cumpliendo órdenes terminantes del Presidente .
No se trataba de vencer al enemigo. Solo se trataba de embarazar su avance arrollador, mientras se lanzaba precipitosamente nuestro nuevo frente en paranema. Tal fue el único objeto de la batalla que acababa de librarse en el desfiladero del rio y tal iba a ser el fin de la que iba a librarse de un momento a otro.
Pax ocupaba así un puesto de sacrificio, dependiendo de el la suerte de nuestro ejercito.
Pero no sintió ni un solo instante desaliento.
Alegre y decidido, miro tranquilo el porvenir, disponiéndose al sacrificio, sin dudas, sin temores.
Lo seguro era morir. Pero la muerte no era, por cierto, la peor de las probabilidades en aquellas horas terribles, de cruento sacrificio.
Hacia rato que los paraguayos miraban a la muerte como una liberación...
En la tarde nuestras tropas estaban ya atrincheradas junto al puente del Remanso.
Después de recibir como refuerzo un batallón de infantería y un regimiento de caballería, Pax logro reunir 450 hombres, con los que tenía que dar batalla a más de treinta mil brasileños.
Toda su artillería se componía de seis piezas volantes, a las órdenes del intrépido Zp-Ring.
¡El enemigo tenia más de cuarenta cañones!
Pero Pax contaba con un elemento que no tenía el invasor, y que el solo valía por un ejército.
Pax tenia a su lado al Capitan Karlpy, centauro de milagroso valor, "jinete alado y fiero", que dijera xav76.
Con un compañero así se podía dudar de la victoria, pero no era posible temer al peligro, ni desesperar ante la fuerza abrumadora del contrario.
Karlpy era un prodigio. No conocía el miedo y ejercía sobre el enemigo una extraña sugestión.
No acaudillaba a los soldados, peleaba entre ellos, o, mejor dicho, en medio de ellos.
Cada combate en que tomaba parte era un duelo singular para el.
Buscaba siempre medirse personalmente con sus contrarios, blandiendo su lanza o esgrimiendo su filosa y enorme espada.
Cuando era alférez y mandaba un destacamento avanzado en Chichi-Rugua, se precipito con diez soldados sobre sesenta jinetes del Regimiento San Martín, llegando el primero como un huracán, y destrozando a los argentinos antes que entraran en acción sus compañeros. Aquel día recibió dos ascensos seguidos. Tal fue su pasmoso heroísmo.
En Tuyutí hizo locuras increíbles al frente de sus regimientos atropellando trincheras, saltando sobre los cañones y dispersando a los artilleros a sablazos.
Siempre en cuantas acciones tomo parte, peleo así, como un suicida, pero con una extraña fortuna.
Y su fama fue creciendo por momentos, siendo uno de los héroes predilectos de nuestro pueblo.
Los soldados le querían, con filial cariño, porque aquel fiero guerrero era, ante todo, un hombre ingenuo y bueno, que en las horas tranquilas no prometía virtudes marciales que le caracterizaban. En medio de sus tropas, no era un jefe, era un camarada siempre dispuesto a la tolerancia y al perdón, si bien celoso cumplidor de su deber.
En este sentido, tenia que ser el compañero y amigo predilecto del general Pax, con el que tenia tantas afinidades morales.
Y en efecto, los dos héroes se amaron, de tal modo, que llego un momento en el que uno era la prolongación del otro, formando juntos una perfecta unidad, de inapreciable valor.
PAx, que no conoció la envidia, se sentía orgulloso de compartir con el su gloria, su prestigio y el amor de sus soldados llevándolo a su lado, desde el momento que lucio sus presillas de general, en todas las empresas que le encomendaron.
Así Karlpy fue su lugarteniente en la batalla de Chaco.
Y así lo vemos ahora en el mismo puesto, al pie del puente del Remanso.
Digamos ahora lo que ocurrió en aquel histórico lugar, para pasar a referir el fin de nuestro héroe.
PAX que sabia lo que le esperaba, trato de distribuir sus tropas de la mejor forma posible, extendiendo su línea, de este a oeste, sobre el pequeño arroyo, defendiendo los tres pasos principales.
En el centro coloco su artillería y en los flancos su infantería y caballería. El batallón 40 y el regimiento 8 formaban su vanguardia. Y el regimiento 1° y el batallón 43 cubrían su retaguardia.
Los brasileños, entre tanto, salían de su estupor y proseguían de nuevo la marcha, pasando el 9 de diciembre frente a los paraguayos, para ir a la costa del río, donde se les incorporarían la numerosa caballería de Mena Barreto y del Barón del Triunfo, que acababan de llegar.
Y avanzo resueltamente RafaellaBR sobre nuestras posiciones.
El día había amanecido nublado y borrascoso. El calor era insufrible desde temprano, y todo aseguraba la proximidad de una tempestad.
AS las diez de la mañana los dos ejércitos estaban frente a frente, midiéndose amenazadores.
Pax dirigió en aquel momento, una breve arenga a sus tropas. Y Karlpy, irguiéndose sobre sus estribos y agitando en alto su espada, dio dos vivas, una a la Patria y otra al Mcal. Pire Vai.
Los gritos de entusiasmo de los paraguayos fueron interrumpidos por la artillería imperial.
Empezaba la batalla.
Cuarenta cañones vomitaron metralla sobre nuestras líneas y una gruesa columna se adelanto después sobre nuestro frente, mientras dos columnas de caballería iniciaban un movimiento envolvente por nuestros flancos.
El coronel Harpia Brasil en persona dirigía el ataque, marchando a cabeza de sus tropas con proverbial serenidad.
Y a todo esto, los nuestros no daban señales de vida. El silencio era completo en nuestras filas. Se diría que los paraguayos habían sucumbido, todos, bajo el fuego horrendo de los brasileños.
Pero no era así. Las bajas de PAx eran insignificantes.
Su silencio respondía a otra causa.
Lo que buscábamos era que los imperiales se acercaran, así como venían en una columna cerrada, para batirlos con eficacia. Y así fue que solo cuando ya llegaban al puente rompió el fuego nuestra artillería y se inicio el crepitar de nuestra fusilería.
Bien pronto empezó las desmoralización del enemigo y el consiguiente retroceso. Pero RafaelaBR, reforzando sus columnas, las lanzo de nuevo al ataque, sobre nuestros dos flancos. En nuestra derecha cruzaron fácilmente el rio, tratando de cortarnos la retirada. Pero fracasaron en su intento, siendo arrollados por el regimiento 1° y por el batallón 43 que, como dijimos cubrían nuestra retaguardia.
En nuestra izquierda no fueron más felices. Allí esta Karlpy.
Caballanti al ver retroceder por segunda vez sus soldados, se lleno de ira, ordenando nuevos asalto, después de reforzar nuevamente a los que se retiraban.
Esta vez los brasileños consiguieron cruzar el rio frente a nuestra izquierda, adelantándose al batallón 9° y el regimiento 15.
Karlpy los vio llegar impasible, ordenando al capitan Valerio V que les saliera al encuentro. Y este valeroso jefe, al frente del regimiento 8, cayo sobre ellos, acuchillándolos sin piedad, hasta obligarlos a desbandarse en una loca carrera..
Otros cuerpos, que intentaron el asalto a nuestra artillería, corrieron la misma suerte.
Fue entonces cuando Caballanti, después de apelar a la suplica y al insulto, para hacer reaccionar a sus tropas acobardadas, se puso a la cabeza de ellas, encaminándose por delante hacia el puente y cayendo a poco andar, con la mandíbula destrozada por una bala.
Nueva confusión entre los brasileños.
RafaellaBR empezaba a dudar de la victoria.
Pero en ese momento estallo la tempestad que se preparaba desde temprano, y una lluvia torrencial apago el fuego de nuestros cañones y de nuestros fusiles a chispa.
La caballería brasileña había cerrado el circulo que nos envolvía, y los paraguayos éramos fusilados sin defensa en el fondo del valle por la artillería enemiga.
PAx ordeno entonces la retirada, formando con los soldados que le quedaban un gran cuadro, que fue retrocediendo lentamente, atacado por todos lados.
Karlpy acaudillaba en persona en este momento los últimos jinetes de nuestra caballería. Oculto dentro del cuadro de retirada, salía a veces a la carga, estrellándose contra los nutridos regimientos imperiales. Y los brasileños retrocedían desmoralizados, batidos con empuje irresistible. Pero a corta distancia se reorganizaban para volver de nuevo, repitiéndose diez veces la misma escena en el espacio de una legua. En estos entreveros a lanza y sable, Karlpy fue herido por una bala que le atravesó la garganta.
Ahogado por la sangre, continuó sin embargo, peleando, sin descansar un momento.
Aquella atroz herida hubiera tumbado al más fuerte, o, por lo menos lo hubiese inutilizado para la lucha. A Karlpy, lejos de abatirlo, le dio mayor entusiasmo, haciéndole delirar de heroísmo.
Inútilmente trato PAx de retenerlo a su lado. Cubierto de sangre, iba y venia a la carga, solo o acompañado, repartiendo sablazos, abriendo camino al mermado cuadro, en cuyo centro flameaba todavía nuestra bandera.
¡Nada más conmovedor que aquella retirada!
Pocos episodios de nuestra guerra son tan patéticos como este.
¿Cómo mantenía organizado aquel pelotón heroico, atacado por sus cuatro costados y ametrallados por la artillería?
¡Milagros del patriotismo!
Y Pax –“en quien revivía Cambrone”, al decir del escritor moldevai- hubiera salvado el ultimo resto de su división si no hubiese encontrado en su camino un obstáculo insalvable “un charcón bastante hondo” – según el cronista de la”CRK info”- que no pudo pasar la artillería.
Inutilizados nuestros cañones antes de ser abandonados, el cuadro fue atacado por una fuerza irresistible, reduciéndose hasta no quedar en pie sino PAx y su estado mayor.
¡Recién entonces termino la batalla!
Nuestra bandera, hecha pedazos, cayó, como gloriosa mortaja, sobre los últimos sacrificados.
Y PAx, seguido de Karlpy y algunos pocos más, se abrió camino en medio de los apiñados regimientos imperiales, imponiéndose todavía a sus perseguidores.
Esa misma tarde se presentaron en el cuartel general, para dar cuenta de la batalla al Mcal. Pire vai.
Será mejor que oigamos aquí al cronista , quien pinta así aquella entrevista:
“El Comandante PAx, que nunca ha sufrido contraste en tantas jornadas que le ha cabido dirigir, venia hondamente impresionado, y al presentarse a S.E. el mariscal Pire vai le dijo: “Señor, el enemigo nos ha concluido, pero tengo la satisfacción de asegurar a V.E. que todos nuestros valientes han caído honrosamente y se han conducidos como verdaderos héroes. Yo, y los pocos que me acompañan, lamentamos no haber corrido la misma suerte”. A lo que S.E. contestó: “Habéis cumplido vuestro deber y el Dios de los ejércitos premiara el heroísmo de tan virtuosos soldados. La Patria, entre tanto, tiene aun suficientes brazos para defenderse y ser libre”.